Personajes Alfonso Diez |
La pelea del IFE con las televisoras deja un
mal sabor de boca en los espectadores. Muchos se preguntan ¿Quién tiene la
razón? Pero las interrogantes son más amplias, como veremos.
El Instituto Federal Electoral acusa a
Televisa y a TV Azteca, dice que no debieron interrumpir los partidos de futbol
para transmitir los spots ordenados por la misma institución, pero la ley no
señala en qué momento deben insertarse los multimencionados spots. La Cámara de
la Industria de Radio y Televisión afirma que no se violó la ley.
La molestia de los legisladores y del IFE es
porque saben que si el televidente ve interrumpido el partido de futbol, que
atrae toda su atención, para presenciar publicidad, el efecto será
contraproducente y ahora exigen que no se les publicite de esa manera, pero se
les olvidó señalar tal punto en la nueva ley.
Por lo pronto, la Secretaría de Gobernación
investiga para ver si hubo alguna violación de parte de las televisoras. De
haberla, amenaza el IFE, será inflexible en la pena que les aplique. Algunos
legisladores ya solicitan que se les quite la concesión. Pero ¿Cómo comenzó
todo?
López Obrador señaló, como una de las causas
que determinaron que perdiera la elección presidencial de 2006, el dinero que
un sector de la iniciativa privada destinó para colocar los anuncios que lo
acusaban de ser un peligro para México.
El PRD, en consecuencia, logró que en la
nueva ley electoral se estableciera que las televisoras no cobraran por la
publicidad que durante la campaña hagan los partidos políticos y el propio IFE;
así, dicen, las oportunidades serán parejas para los contendientes. Quedó
establecido también que nadie, fuera del IFE, puede dar publicidad a
televisoras y radiodifusoras, para impedir que alguien coloque un anuncio
contra alguno de los que hacen campaña.
Pero senadores y diputados se despacharon con
la cuchara grande, se difundirán 23 millones de spots hasta antes del 5 de
julio para promover candidaturas y para darle publicidad al IFE. En elecciones
anteriores nunca llegaron a dos millones.
Habrá 1,616 cargos en disputa, entre estos
500 diputaciones federales y 6 gubernaturas. El IFE gastará 13 mil millones de
pesos (que obviamente no incluyen publicidad en radio y TV, que será gratuita).
El pueblo mexicano necesita saber quiénes son
los candidatos para elegir al que mejor le parezca pero ¿Es ésta la mejor forma
de lograrlo? ¿Cómo hacer, de otra manera, para que 76 millones de posibles
votantes para estas elecciones escojan a aquellos por los que votarán?
Para comenzar, no debería haber tantos
diputados, 200 ó 250 serían más que suficientes, así que una de las reformas
inminentes debería de ser reducir el tamaño del Congreso. Para lograr esto se
necesita que la próxima legislatura esté integrada por gente honesta que
responda a los intereses del pueblo, no a los personales y ¿Cómo lograrlo?
En la nueva ley está prohibido también que
los candidatos hagan saber al electorado los puntos negativos de sus
contrincantes, la ropa sucia, el pasado negro y de esta manera será todavía más
difícil formarse una opinión equilibrada acerca de los contendientes.
Sucederá entonces lo mismo que en las
anteriores elecciones, la gran mayoría votará por el partido de su elección,
sin saber a ciencia cierta por qué persona está votando y en consecuencia cabe
preguntar ¿Para qué tanto gasto, tantos spots? ¿Por qué no organizar de una
manera más profesional las elecciones? ¿Cómo van a evitar que delincuentes,
narcotraficantes (o candidatos financiados por ellos) y lavadores de dinero
(producto de operaciones ilícitas) lleguen al Congreso?
Una de las pocas cosas positivas que
arrojarán estas elecciones, gracias a la nueva ley electoral, será que los
partidos que no logren un mínimo del 2% de la votación por sí solos perderán el
registro, así que los parásitos que lograban permanecer en el Congreso
aliándose con alguno de los tres grandes quedarán fuera. Son cinco:
Convergencia, PANAL, PSD, PT y Verde ¿Cuál quedará eliminado?
Así que, volvemos al punto inicial, la pelea del IFE con las televisoras deja un mal sabor de boca, lo mismo que el gasto en las elecciones, así como imaginar la gran cantidad de diputados que habrá que sostener con dinero del pueblo y finalmente, la idea de que seguramente no tendremos el Congreso ideal, porque para lograrlo necesitaríamos contar con políticos ideales y esos ¿De dónde los sacamos?
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